Eugenio Jimenez

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17/08/2017 By administrador Dejar un comentario

ACTITUD EMPRENDEDORA.

“Si primero se lo quitan y luego se lo ponen, digo yo, ¿para qué se lo quitan?”

De un tiempo a esta parte el emprendimiento parece haberse convertido en la solución, tanto individual como colectiva, al momento de crisis económica y sobre todo laboral que estamos viviendo.
La escasez de puestos de trabajo por cuenta ajena, las precarias condiciones ofertadas en muchos de los casos y, sobre todo, el profundo cambio de modelo que se está viviendo en el mercado laboral, hacen que convertirte en tu propio empleador, se presente como una alternativa para salir de este atolladero.

Parece que la realidad laboral que hemos conocido hasta ahora, nada va a tener que ver con la que se adivina en un futuro inmediato, según marcan las tendencias y pregonan los gurús.
Si bien es conveniente no tomarse al pie de la letra todo lo que nos cuentan sin someterlo a nuestro propio razonamiento y sentido común, tampoco parece sensato no prestar un mínimo de atención a aquella información que nos pueda ayudar a abordar el futuro en la mejor disposición posible.

Simplificando mucho la cuestión, con lo negativo, pero también con lo positivo que ello tiene, parece que estamos dejando atrás, al menos en nuestras latitudes, un modelo productivo industrial propio del siglo XX , y entrando en otro basado en el conocimiento y la información característico del actual siglo XXI. Además, la transición hacia este nuevo paradigma social y laboral es tremendamente rápida, y con la explosión de las nuevas tecnologías cada día lo será más.

Hacia 2020, que es casi mañana por la mañana, parece que se producirá un nuevo punto de inflexión, pues Google sostiene que para esa fecha la mayor parte de la humanidad tendrá acceso a internet.
La verdad es que estas perspectivas de futuro, pero sobre todo la situación difícil que muchas personas están viviendo, han puesto de moda el emprendimiento.

Desde las distintas instituciones, empezando por el gobierno central, pasando por las autonomías, diputaciones, ayuntamientos, así como desde otros muchos sectores de la sociedad, tanto públicos como privados, se anima a la gente a tomar este camino como vía de solución de su situación actual y de futuro.
“Facilidades fiscales”, créditos blandos, capitalización de prestaciones, aceleradoras de proyectos, charlas motivadoras, másteres, cursos y talleres de “aprender a emprender”, programas de radio y tv… han proliferado como setas.
Parece que el asunto se ha convertido en una cuestión de estado. Incluso se han incorporado asignaturas, (de momento menores), en educación secundaria, bachillerato y también en la universidad, tratando de fomentar ese tan demandado espíritu emprendedor.

La sensación que tengo sobre este asunto es agridulce.
Por un lado veo positivo que se apoye y fomente el emprendimiento, tanto en lo que se refiere a la actitud, es decir a la disposición o predisposición hacia ello, como a la aptitud, es decir, a dotar de los conocimientos y las herramientas necesarias para llevarlo a cabo con las mayores garantías de éxito. Pero, por otro lado creo que se está creando una especie de burbuja emprendedora, donde individuos acorralados por las actuales circunstancias, carentes de los mimbres mínimos necesarios requeridos para aventurarse por este camino, están siendo seducidos por esos continuos mensajes, que actúan como “cantos de sirena”. El resultado es que muchas veces, cuando esa fórmula, bien por el sujeto o bien por el momento elegido, no es adecuada, puede producir unas consecuencias económicas y personales poco deseables, que en algunos casos son aún peores que las de partida.

Se comenta que actualmente tenemos la generación más y mejor formada de la historia.
Abundan los jóvenes sobradamente preparados, cargados de títulos, programas máster, hablando idiomas, con experiencia internacional vía Erasmus o similar…
Pero a pesar de esa vasta preparación, parece que la mayoría se decantan por convertirse en funcionarios o trabajar para grandes corporaciones. Es decir, ponen su foco en aquellos nichos de empleo que perciben como más seguros y quizá “cómodos”. Tratan de evitar otras opciones, que pudiendo ser atractivas a priori, llevan aparejado un mayor grado de incertidumbre, de riesgo.

Parece, por tanto, que uno de los problemas que tenemos es la falta de emprendedores, de personas dispuestas a poner en marcha proyectos, que puedan generar empleo para ellos mismos y para otros. Y parece que esta es la situación que se quiere cambiar con toda esa batería de medidas antes comentadas, puestas en marcha por parte de las instituciones.
A pesar de todas estas medidas, las estadísticas oficiales indican que en España, actualmente, crece un tipo de emprendimiento por necesidad, de una calidad baja, mientras disminuye el emprendimiento por vocación.

Pero, ¿por qué ocurre esto?, ¿por qué no se materializa en proyectos esa enorme cantidad de talento que inunda nuestra sociedad actual?

Creo que una de las principales causas tiene que ver con la educación en general y con nuestro sistema educativo en particular.

Todos tenemos evidencias cercanas de las grandes capacidades y el talento que tienen los niños. Son creativos e imaginativos. Encuentran muchas más soluciones a los problemas que los adultos. Innovan y arriesgan. Si no saben, prueban (regálale un dispositivo electrónico a un pequeño y observa como procede. No necesita manual de instrucciones). No tienen miedo a equivocarse.

No quiero decir que equivocarse sea lo mismo que ser creativo, pero si no estás dispuesto a cometer errores, tus posibilidades de aprender y de que te ocurra algo original, nuevo y distinto de lo habitual, se reducen muchísimo.

A medida que los chicos se van convirtiendo en adultos, van perdiendo esa capacidad. Aparece como algo adquirido, el miedo a equivocarse.
En nuestros sistemas educativos los errores no están bien vistos. Se estigmatiza el error. Esto hace que poco a poco se abandone el riesgo y por tanto vaya disminuyendo la capacidad creativa.
Esta forma de proceder no se circunscribe sólo al ámbito educativo, sino que es algo que impregna toda nuestra sociedad. Por ejemplo, con demasiada frecuencia en las empresas se opta por modelos de dirección que castigan el error frente a otros basados en la motivación. El resultado es un trabajador sin iniciativa, que sólo actuará cuando se le ordene, para evitar equivocarse en cualquier posible toma de decisión.

Picasso decía que los niños nacen artistas, pero el problema es seguir siéndolo cuando crecen.

Hay una definición de lo que es emprender que me gusta mucho: “Emprender es hacer sueños realidad”.
De pequeños soñamos, dormidos y despiertos. De mayores sólo nos atrevemos a hacerlo dormidos, y no demasiado.

Aunque creo que el asunto da para un análisis más exhaustivo, toda esta situación me trae a la cabeza un antiguo anuncio de televisión que Miguel Gila hacía para la empresa de zumos Don Simón. De el he sacado la frase del subtítulo de este post, que a mi juicio resume la esencia del problema.

De alguna manera esa capacidad creativa, de explorar, de arriesgar, de soñar que tenemos “de serie”, la arrinconamos bajo la vigilancia de distintos tipos de miedo. Luego, cuando la echamos en falta, tratamos de revertir la situación, muchas veces con parches, que más que actuar sobre la causa de la “enfermedad”, mitigan los síntomas de la misma.

¿No sería más fácil repensar nuestro sistema educativo para preservar y potenciar esas capacidades?

Aquí os dejo el anuncio comentado de Miguel Gila

.

Gracias por compartir tu tiempo conmigo.
Hasta pronto.

Archivado en:Coaching, Educación Etiquetado con:actitud emprendedora, aprender a emprender, educacion para emprender, emprendedores, emprender, emprendimiento, enseñar a emprender, eugenio jimenez, fomentar actitud emprendedora, fomentar emprendimiento

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